“Si quieres crear tienes que liberarte de todos los condicionamientos; si no tu creatividad no será más que copiar, sólo será una copia. Sólo puedes ser creativo si eres un individuo, no puedes crear si formas parte de la psicología de masas” Osho
Enseñar a actuar es una tarea imposible ya que es imposible de ser transmitida. Hay leyes que obedecen al buen gusto y punto. Afinar nuestra sensibilidad tal vez es la cuestión. Adquirir así un propio criterio basado en la experiencia, en el probar y equivocarse, en la investigación consciente sobre el error y la realización de un nuevo intento. Podemos trabajar de muchas maneras en principio porque hay muchos caminos, muchos actores, muchas historias, muchos personajes y aún mucho por decir. La expresión se hace grande sólo si la libertad de cada actor en lo íntimo de su ser encuentra la forma de desplegarse siempre en territorios nuevos de su propia experiencia escénica. Se trata entonces de educar a nuestro guía, nuestro propio sentido común, esto de educarnos como actores. Los resultados son cuestión de juicios y hasta de gusto, o sea, no es lo que nos atañe, no depende de nosotros y no es nuestra tarea, ya que otros la realizan.
Observar, dar vuelta las cosas, lo que son y lo que aparentan. Encontrar lo particular en lo no dicho, no en lo que se dice. Cuestionar la apariencia de las cosas. Observar la vida hasta en el mínimo detalle, a las personas, lo que ocurre a nuestro alrededor, en la realidad, en las almas nuestras y de otros.
El secreto fundamental de aprender, es no saber, esa es la clave de los niños. El niño tiene ese espacio de no saber, esa inocencia que perdemos en el trascurso de la vida que nos convierte en adultos, como en seres ya hechos. Para el niño, no hay final de esta manera. Si como adultos queremos aprender, tendremos que ir olvidando todo lo que hemos aprendido. Volver a nuestra inocencia, a nuestro niño.
Un chico, un adolescente, un joven, un adulto se da cuenta motivado por razones supuestamente diferentes, que quiere hacer teatro. “Ah, mi hija quiere estudiar teatro, quiere actuar en televisión”. Cómo se pregunta un actor o actriz que ha sido consultado supuestamente porque puede dar una pista a ese padre que quiere satisfacer la inquietud de este chico. Posiblemente en su casa se asusten o lo motiven por ganas de verlo en pantalla, en un escenario. Pero antes que nada, ante tanta confusión actual, debemos peguntarnos, y por qué? ¿Para qué?. Cualquier respuesta con fundamento es válida, especialmente en los tiempos que vivimos. Pero estas razones a medida que son pronunciadas pueden confundirnos más y más. Empecemos por el principio entonces: ¿qué es el teatro? ¿Qué es la creación? Qué función cumpliríamos como actores entonces?
Enseñar a actuar es una tarea imposible ya que es imposible de ser transmitida. Hay leyes que obedecen al buen gusto y punto. Afinar nuestra sensibilidad tal vez es la cuestión. Adquirir así un propio criterio basado en la experiencia, en el probar y equivocarse, en la investigación consciente sobre el error y la realización de un nuevo intento. Podemos trabajar de muchas maneras en principio porque hay muchos caminos, muchos actores, muchas historias, muchos personajes y aún mucho por decir. La expresión se hace grande sólo si la libertad de cada actor en lo íntimo de su ser encuentra la forma de desplegarse siempre en territorios nuevos de su propia experiencia escénica. Se trata entonces de educar a nuestro guía, nuestro propio sentido común, esto de educarnos como actores. Los resultados son cuestión de juicios y hasta de gusto, o sea, no es lo que nos atañe, no depende de nosotros y no es nuestra tarea, ya que otros la realizan.
Observar, dar vuelta las cosas, lo que son y lo que aparentan. Encontrar lo particular en lo no dicho, no en lo que se dice. Cuestionar la apariencia de las cosas. Observar la vida hasta en el mínimo detalle, a las personas, lo que ocurre a nuestro alrededor, en la realidad, en las almas nuestras y de otros.
El secreto fundamental de aprender, es no saber, esa es la clave de los niños. El niño tiene ese espacio de no saber, esa inocencia que perdemos en el trascurso de la vida que nos convierte en adultos, como en seres ya hechos. Para el niño, no hay final de esta manera. Si como adultos queremos aprender, tendremos que ir olvidando todo lo que hemos aprendido. Volver a nuestra inocencia, a nuestro niño.
Un chico, un adolescente, un joven, un adulto se da cuenta motivado por razones supuestamente diferentes, que quiere hacer teatro. “Ah, mi hija quiere estudiar teatro, quiere actuar en televisión”. Cómo se pregunta un actor o actriz que ha sido consultado supuestamente porque puede dar una pista a ese padre que quiere satisfacer la inquietud de este chico. Posiblemente en su casa se asusten o lo motiven por ganas de verlo en pantalla, en un escenario. Pero antes que nada, ante tanta confusión actual, debemos peguntarnos, y por qué? ¿Para qué?. Cualquier respuesta con fundamento es válida, especialmente en los tiempos que vivimos. Pero estas razones a medida que son pronunciadas pueden confundirnos más y más. Empecemos por el principio entonces: ¿qué es el teatro? ¿Qué es la creación? Qué función cumpliríamos como actores entonces?
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